La
tragicomedia del amor contemporáneo y el arte como redención.
Después de una titánica lucha contra Amazon Studios por
liberar sus derechos de distribución, Woody Allen, el aclamado director y
ganador del Oscar por los guiones originales de ‘Annie Hall’ (1977) y ‘Media noche en París’ (2011),
regresa a las salas de cine nacionales con su más reciente producción ‘Un día
lluvioso en Nueva York’.
Esta producción, protagonizada por Elle Fanning y Timothée
Chalamet (Nominado al Oscar en el 2018 por su papel en ‘Call me by your name’),
cuenta la historia de un joven que invita a su novia a su natal Nueva York para
pasar un fin de semana romántico, aprovechando que ella fue enviada por el
periódico universitario a cubrir un reportaje sobre un afamado director de
Hollywood que está rodando su último filme en esa ciudad. Sin embargo, las
cosas no salen como parece y ambos, perdidos en ‘La gran manzana’, terminan
reevaluando no solo su relación sino los valores que han marcado sus vidas,
mientras en medio de confusiones, situaciones que oscilan entre lo cómico y lo
revelador descubren la verdad sobre sí mismos y sus expectativas.
Pero, por encima de una trama de amores o desencuentros,
el gran eje de esta producción son las alegorías a una Nueva York que se debate
entre el arte, la elegancia, la sofisticación y la superficialidad, develando
como detrás de la belleza o del glamour de las clases altas, se esconde una
serie de contradicciones sobre las ambiciones humanas y los deseos de los
padres para hacer de sus hijos mejores personas de lo que ellos fueron.
Es también, el momento para rendir profundos homenajes a
los héroes trágicos de la ‘Generación Perdida’ de los años 20 o 30, llevados a
la contemporaneidad en detalles tan significativos como el nombre del
protagonista Gatsby Welles, que toma el de pila del poderoso personaje de la
novela de Scott Fitzgerald ‘El Gran Gatsby’
y el apellido de uno de los más grandes directores de cine, Orson Welles, para
darle un aura de bohemia y creatividad, a quien personifica a un ser romántico,
reflexivo y apasionado, representado por Chalamet.
Él logra unir el mundo moderno con los ideales de ese
Nueva York nostálgico, donde los paseos bajo la lluvia en el Central Park y las
visitas al Museo de Arte Moderno para observar los cuadros de John Sargent o
las exhibiciones de Rodin, son el verdadero disfrute de la vida; mientras que
el mundo de las fiestas o las costumbres de su familia acomodada son solo
retratos de una sociedad banal y fría.
Mientras, su novia Asleight, se deja seducir por la falsa
intelectualidad del mundo del cine, al preferir estar con un afamado director
en crisis, un productor prestigioso y una estrella de la gran pantalla, que
reconocer los valores del joven Gatsby y el amor que este siente por ella.
Asimismo, la película maneja hábilmente diálogos ácidos
sobre el amor, el reencuentro y la soledad, mientras critica con ironía las
relaciones de pareja, el arribismo social y los patrones de belleza, y rinde
homenaje al arte del siglo XIX y principios del siglo XX, al mostrarlos como
los parámetros para salir de una realidad asfixiante que aliviana los momentos difíciles,
y las crudas revelaciones que hará la madre de Gatsby a su hijo, mostrando la
verdadera razón de por qué ella lo ha incentivado a ser un hombre culto, amante
de las artes, el jazz clásico y a la vez bohemio e irreverente.
Por lo tanto, Woody Allen sorprende de nuevo a las
audiencias con una historia fresca y original que pone a dialogar el arte y la
cultura del pasado con la actualidad, en una producción que a pesar de
transcurrir en el hoy, tiene muchas raíces en la melancolía, la reflexión y el
encuentro personal de los años dorados de la cultura norteamericana y del héroe
bohemio, en busca de su destino en medio de la inmensidad y complejidades de
una gran ciudad.
Angel Galindo