Camille Vidal-Naquet, presenta su
ópera prima con un tema todavía vetado para ciertas mentalidades, pero real,
crudo y en muchos casos deprimente.
Para llegar a la profundidad de la desviada
homosexualidad masculina y marcar fuertemente las imágenes, con realismo y
dolor, eligió un personaje, Felix Maritaud, quien con profesionalismo y una
auténtica interpretación manifiesta el dolor, la soledad, y la angustia de un
joven desesperado por encontrar afecto y al no lograrlo se prostituye
continuamente por dinero.
Las secuencias que presentan con
imágenes explícitas la vida sexual desordenada y absurda de este joven provocan
en el espectador tristeza, lástima y dolor, al ver a un ser humano caer tan
bajo.
Cuando Léo percibe que ha encontrado
su pareja, sus actitudes cambian y manifiesta abierta e ingenuamente su deseo
de orientar su sexualidad de una forma aceptable, libre y respetable, y poder
expresar su amor con estabilidad. El director señala el camino correcto para
ejercer una homosexualidad honesta, satisfactoria, y que sea la expresión del
verdadero afecto y amor para la pareja, y así se puedan realizar como personas.
El crudo retrato presentado por
Camille de una homosexualidad negativa se repite en muchas ciudades, a veces
con indiferencia de la sociedad. Sin ser moralistas, se necesitan ayudas
médicas y psicológicas para que, respetando la libertad de cada uno, los
homosexuales puedan realizar su amor y afectos sanamente.
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